domingo, 27 de septiembre de 2020

Crónicas del vinilo chileno X: Conexiones entre grabaciones inmortales, sus artífices y el café cortado por Roberto Hofer

-Violeta Parra y Los Jaivas figuran entre los discos regalones que registraron hace décadas los sonidistas Fernando Mateo y Luis Torrejón.

[Tiempo De Lectura 7 a 10' aprox.]

El vinilo es una huella de cultura que retorna (tomo la frase prestada de un maestro), algo así como un preciado juguete que pasa del abuelo al nieto, con el inextinguible valor de un tesoro. Si aún brillan sus surcos, tanto mejor.
De ahí estas líneas motivadas por la revalorización del formato, y el que nos extendamos otra semana con la memoria viva de Luis Torrejón y Fernando Mateo, responsables de hitos fundamentales de la discografía chilena. Su generosidad como pioneros de nuestro sonido tampoco conoce de límites al frente o detrás del micrófono. 
 
Justo cuando Chile ya producía sus primeros talentos nacionales de exportación, el porteño Luis Alberto Torrejón Torrejón, a la sazón ingeniero eléctrico de la Armada, recibiría el divino llamado de la música para integrarse al sello RCA. Corría 1959, pleno auge del microsurco (discos long play o de larga duración de 33 rpm, y discos singles de 45 rpm), y don Luis –el hombre del eterno bigote- se calzaría su traje nuevo para cumplir funciones en la fábrica de discos. Cuarenta y ocho horas después lo enviaron al estudio a hacerse cargo de la mantención, hasta que… transcurridos cinco días el técnico de grabación falló. “Estaba la gente esperando y (un gerente) me dice: Lucho, ¿Te atreves a grabar tú?”.
 
No sólo “aperró”, sino que se especializó en Alemania, sin siquiera soñar que su aporte le imprimiría un sello más definido al sonido nacional. Según apunta, él no paraba y muchos lo pedían, transformándose en una “fábrica” de canciones: “yo grababa desde las 9 de la mañana hasta las 5 de la madrugada. Eso lo hice durante 30 años, por eso grabé tanto, no sé cómo lo hice, dormía dos o tres horas y ya, chao. Y seguía”.
En el papel, entre una y dos de la tarde tenía un lapso para descansar e ir a almorzar, pero no era así: “partía como a las 9 ó 9 y media, terminábamos cerca de las 2 y media con la primera grabación, el otro grupo estaba esperando afuera”. De ahí era una interminable sucesión que entraba y salía, y así hasta las 5 AM. “Pero eso fue diario, entonces uno se habitúa. Y yo me tomaría unos 10 a 12 cafés cortados al día por lo menos, con sánguches. Así me mantenía”.
 

Los más vendidos

 
En lo que respecta a Fernando Mateo López, quien se formó precozmente y a pulso desde las consolas radiofónicas, la semana pasada dejamos pendiente cuál fue su primera obra como técnico de grabación. Esto se dio en RCA, justo a poco de que el señor Torrejón dejara aquella compañía para ser tentado por Philips. “Mi primer disco fue un disco con Los Sonny’s, “El Bueno, el Malo y el Feo” (1968, RCA Victor) se llamaba. Era una recopilación de la música western de esos tiempos. Entonces el director de RCA era Carlos González, que fue quien me llevó a mí, detrás de Lucho (Torrejón)”, evoca.
 
Mientras su compañero ostenta la mayor cantidad de grabaciones en Chile, y que hace años intenta contabilizar, Mateo está definitivamente lejos de tener una referencia del número de discos en que aportó, dada la diversidad de vivencias en lo profesional y estilos abordados.
“Una de las primeras producciones que yo grabé y que recuerdo con mucho cariño fue lo que hicieron Los Cuatro de Chile con los Duvauchelle (Héctor y Humberto) el homenaje a Óscar Castro donde estaba el ‘Para que no me olvides’ y todas esas canciones, yo creo que es un disco de culto”.
 
No menos singulares resultaron sus aportes en vinilos como: Dr. Mortis y sus Zombies Cumbiancheros “Cumbias Que Son La Muerte” (1977, Asfona) o Grupo Móvil “Beat Music For Nice Dreams” (1970, Asfona), que cultivaba una especie de soul latino. A nivel regional, el “Canto a Magallanes” (1977, Sello Magallanes) de Alturas lleva su sello como ingeniero.
Y si de súper ventas se trata, Mateo recuerda como fenómeno de ventas el álbum “La ventana” de Los Jaivas, que él registró: “el segundo disco que hicieron, ellos habían grabado (antes) con una empresa americana. Ahora, el productor de esto, que fue la primera vez que conocí a un productor, era este niño de Amerindios, Julio Numhauser, el autor de ‘Cambia todo cambia’. Julio fue el que los llevó específicamente a grabar ese disco que era ‘La Ventana’, que vendió cerca de 200 mil copias”.
 
Por su parte, Torrejón cita “El rock del mundial” de The Ramblers, aquel exitazo de 1962: “en un mes vendieron casi 100 mil copias. En aquellos tiempos se vendía mucho, mucho”. Otro caso emblemático fue Palmenia Pizarro: "me acuerdo que pasaban las cuotas de los 100 (mil), 150 mil, 200 (mil), 300 mil discos”.
 

Para la posteridad

 
Al final quisimos indagar cuál creen ellos que fue su mayor logro u obra cumbre que los identifica, algo así como su “Sargeant Pepper’s” (parafraseando a The Beatles) como grabación de trascendencia histórica.
Torrejón, a quien le pertenece el catálogo íntegro de la Nueva Ola, cita un álbum que nunca pensó grabar: “Las Últimas Composiciones de Violeta Parra” (1966, Odeón), al ser ella artista exclusiva de otra casa discográfica. “Decían que era medio atravesada la chica, pero se fue a RCA, habló con Hernán Serrano (director del sello) y quería hacer una producción, pero quería que yo le grabara”. Aun cuando el contacto más cercano que tenía con la artista se remitía exclusivamente al momento de grabar, nunca afuera del estudio, Violeta “fue para adentro a decirme: ‘oye, vamos a grabar, Lucho’. Y lo le dije: todavía tú eres Odeón, ¿cómo te voy a grabar yo?”. Ella le respondió que no le importaba.
 
Según Luis, Odeón podía perfectamente haberle hecho una demanda a RCA, “pero no pasó nada, había respeto, fue (algo) muy respetuoso. Parece que (Violeta) había grabado varias cosas antes (con RCA), ‘Casamiento de negros’, que sé yo, hay varios temas, es muy divertido. Venía al estudio RCA grabábamos acá, pero eran editados por la Odeón”. Lo mismo le pasó con otros artistas Odeón como Cecilia o los Huasos Quincheros, pero eran arreglos entre los sellos, “así que al final terminé grabando igual”.
 
A su vez, Fernando Mateo tiene varios “regalones”. Si bien “La ventana” de Los Jaivas (1972, IRT) dejó una marca, igual pesa en la balanza el disco “Buddy Richard en el Astor” (1969, RCA): “ése era una aventura, porque no había medios técnicos en esos tiempos como para hacer nada, venían con las puras ganas”. Así también sacó adelante el LP del Pollo Fuentes “En Persona En El Astor en el Astor” (1970, Producciones Caracol) y después “Gloria en el Municipal” (1971, RCA Victor) de la Simonetti (disponibles en la plataforma Youtube). “Yo tengo ganas de nuevo de hacer el de Buddy, incluso tengo el disco, y el de la Gloria”.
 
Otro “hijo” al que le da vueltas es el disco “Sonia canta a Violeta Parra/10 temas de amor” (1979, SYM Producciones): “lo estoy ahora rehabilitando, o sea en los ratos desocupados que tengo en mi casa lo estoy remasterizando por decir así. Era de Sonia y Myriam (ese trabajo), con Guillermo Rifo”.
 
Don Luis acota que ambas “tenían un sello que se llamaba SYM y sacó al hermano de Piñera, el Negro Piñera, nosotros hicimos los casetes”.
Y, a propósito del mismo sello, “grabamos (el single) ‘Ojalá’ con la (Gloria) Simonetti”, remata Mateo.


El disco más influyente de la música chilena: “Las Últimas Composiciones de Violeta Parra” (1966, RCA Victor).

El mítico álbum en vivo “Buddy Richard en el Astor” (1969, RCA).



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