domingo, 1 de noviembre de 2020

Crónicas del vinilo chileno XV por Roberto Hofer: El cielo sin estrellas de lo que pudo ser nuestro rock

-Como “bichos raros”, los rockeros chilenos fueron una especie incomprendida, lo que a la postre les significó ser pocos pero buenos.

Tras hacer un alto en la Nueva Canción Chilena, resulta inevitable referirnos al rock chileno, hermano pobre de los fenómenos musicales de los años ‘60 (a diferencia de otras latitudes) y que, inmerso en una sociedad pacata o demasiado grave, no encontró suficientes oídos fértiles para ser legión.
Con mucha anterioridad a Los Prisioneros, La Ley o Los Tres, nuestros próceres clásicos no la tuvieron nada fácil mientras el desarrollo del pop rock era exponencial en el Primer Mundo, al punto que la propia cuna de este género musical -y de “Woodstock”- se vio amenazada frente a la “invasión” del rock británico al promediar la década.

La escena nacional engendraría exponentes alternativos a la denominada “Nueva Ola”, influenciada por la balada gringa y la rítmica rockanrolera –y criticada por algunos al verla como un mero pasatiempo musical, que no supo alentar una herencia rockera de mayor vuelo en lo poético y creativo-.

En aquel carril paralelo figuraron los “pájaros raros” del incipiente rock chileno, cuya rebeldía se estrellaría contra el filtro de una cultura musical sesgada. En lugar de publicaciones especializadas (Pelo, en Argentina; Rolling Stone, en EE.UU.), nuestra nacional revista Ritmo ponía acento en rostros de moda o intereses comerciales, con escaso foco en la evolución de procesos o tendencias artísticas más allá del numerito “pop” del momento.

De ahí que The Jocker’s, los primeros melenudos “made in Chile” ganaran tribuna más por actitud y facha a lo “Stones” (cover incluido) que por su propuesta musical. De hecho, el 29 y 30 septiembre de 1967 impusieron una marca mundial al tocar ininterrumpidamente durante 54 horas en el local de la Feria del Disco en Santiago. En Punta Arenas una juvenil banda local, Los Rebeldes, superaría dicha hazaña al tocar 74 horas 20 minutos en los estudios de radio La Voz del Sur, en calle Roca, entre el 27 y el 30 de diciembre de ese año (aunque no certificado por Guiness).

A contracorriente

Obviamente al lado de una institución como el rock argentino, su contraparte “chilensis” fue apenas un porotito que nunca germinó, aun cuando lo poco y nada que alcanzó a mostrar tuviera suficiente valor para sesudos estudios par de décadas, por parte de cronistas como Fabio Salas, Tito Escárate y Gonzalo Planet. Según este último, en aquellos años ser rockero era de frentón mal visto, “no sólo para la moral conservadora sino también para la vanguardia izquierdista, que lo consideraba elitista y extranjerizante”.

En 1966, Los Mac’s (grupo de los hermanos David y Carlos Mac-Iver) ya se anotaban con un primer disco como pioneros del rock nacional (“Go-Go / 22”, RCA Victor). Su segundo LP, “Kaleidoscope Men” (1967, RCA Victor), muy cotizado e incluso reeditado a nivel internacional, incluye el himno pacifista “La muerte de mi hermano”, con letra de Payo Gondona, que aludía a la guerra de Vietnam.

Los Sicodélicos (con Francisco Sazo) fueron otros porteños con actitud y talento.
En Europa incluso han reeditado a bandas de culto como Kissing Spell (más tarde Embrujo), Los Amigos de María (autores del temón “Vuelve a comenzar”), Escombros y Aguaturbia (con Carlos Corales y Denise), quienes el 8 de marzo de 2019 tocaron en el local de CheckPoint en Punta Arenas.

El éxito de nuestros cultores fue más bien discreto, en alguna medida por cantar en inglés y apostar más a versionar a otros. Con limitados recursos para instrumentos y amplificación, muchos de ellos ni siquiera alcanzaron a grabar discos, quedando en la memoria por sus conciertos.

Un excepcional reflejo de aquella época contestataria fue el único registro que grabaron Los Vidrios Quebrados, “Fictions” (1967, UES Producciones-RCA Victor), liderados por Juan Mateo O’Brien. Pese a ser incomprendidos en su tiempo, su álbum brilla hoy como una gema, con elaboradas y poéticas letras en inglés de cuño propio, mucha filosofía beat y un concepto musical avanzado.

Había una vez

En estas lides, los primeros que se atrevieron a rockear en español fueron los Beat 4, contando entre sus filas con los hermanos Mario y Willy Benítez (también actor). En 2013 conversamos con este último, quien recordaba su primera visita a Magallanes en junio de 1968, integrando la embajada artística de Oscar Arriagada del Show 007 (con El Hippie Show de Ricardo García en ese entonces).
A propósito de los covers, admitía que los tocó la música de Los Beatles y otros grupos de esa época como Los Shakers de Uruguay, que cantaban en inglés, “pero nosotros la gracia es que cantábamos en castellano, fuimos los primeros”. Su debut en vivo fue en un gimnasio para una Semana Portovarina y de ahí se afianzaron como banda más reconocida hasta su separación a mediados del ’72, pero con las canas se han vuelto a rearmar.

En aquella época un tanto olvidada del rock nacional recordó que además estaban Los Mac’s, Los Sonny´s (ex banda de Florcita Motuda), Los Larks (que se ponían pelucas), Los Stereos, The Rockets (donde tocaban Horacio Saavedra y su hermano Héctor), Los Diablos Azules (grupo también instrumental que acompañaba a Pat Henry). “Lamentablemente, cuando llegó el golpe (1973) todo lo que se iba avanzando en música se interrumpió, algo que era muy lindo”.
Por otro lado, resaltaba que en 2012 un sello de Alemania reeditó en vinilo su tercer LP “Había una vez”, al revalorizarse el rock chileno en el ámbito musical.

Estrellas fugaces

Los Jaivas -puntales del legendario Festival de Piedra Roja, de octubre de 1970- y Congreso serían las bandas más conocidas y de mayor proyección en este género. A ellos debemos sumar las propuestas integradoras de Congregación, Panal, En Busca del Tiempo Perdido (con Sol Domínguez, magallánica por adopción y voz de Sol y Medianoche) y Los Blops, quienes hicieron de puente con la Nueva Canción Chilena al darle soporte instrumental a Víctor Jara (“El derecho de vivir en paz”).

El golpe de Estado del ‘73 no sólo barrería con la Nueva Canción Chilena sino que limitaría los espacios y canales de expresión a nuestras vilipendiadas bandas rockeras. De hecho, algunas perderían las matrices originales de sus obras incineradas por los interventores de turno en los sellos grabadores.
Prácticamente la mayor parte de los escasos registros de rock de los años ’70 se concentran en la primera mitad de esa década como Frutos del País, Arena Movediza, Tumulto, Los Trapos (donde militaba Eduardo Valenzuela). El rock progresivo apenas logró dejar alguna evidencia en alguno que otro single del grupo Miel (factoría de Juan Carlos Duque).

De los chilenos que emigraron son memorables Antonio Smith (ex Congregación) y el multi instrumentista Joakin Bello, precursores del “New Age”; y Alvaro Peña, pionero del movimiento punk quien tocó con Joe Strummer en The 101 Ears, antes que éste último formara The Clash. Tato Gómez (ex Embrujo) y Mario Argandoña tocaron con los progresivos Focus y Pedal Point. También está Matías Pizarro con su inmortal registro “Pelo de rata”, grabado en Argentina.

Nuestra interrumpida discografía jamás recobraría el espíritu seminal de estos cultores. Tal vez lo más cercano pudo estar en la reprimida escena metalera de los años ‘80 (Dorso, Feedback, Panzer, etc.), quienes procuraron desenterrar el alma del rock nacional, pero en ese momento ya no producíamos vinilos.

Frutos Del País y su álbum homónimo de 1972 (RCA Victor).

Los Vidrios Quebrados, “Fictions” (1967, UES Producciones-RCA Victor).

Los Mac's, ‎"Kaleidoscope Men" (1967, RCA Victor).




El disco “Los Jaivas” (1972, IRT), histórico y exitoso registro.


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