domingo, 29 de noviembre de 2020
jueves, 26 de noviembre de 2020
miércoles, 25 de noviembre de 2020
martes, 24 de noviembre de 2020
Entrevista a Lucas Soffia (LAKTIK, Prácticas Magnéticas, Poxi Records)
CIUDA DANODEL UNIVERSO: Hola Lucas, que tal? Quisiéramos saber hace cuanto estás involucrado en el bello quehacer musical.
Lucas: Hola, bien y tú? Empecé a tocar el 2014 básicamente haciendo improvisaciones con mis amigos, tocando un teclado Casio con modificaciones y un pedal de delay. A veces también batería y bajo, todo de manera muy libre.
CDU: Bien también, gracias por preguntar. Entonces comenzaste como la mayoría, jugando e improvisando. Quisiéramos saber Lucas, en qué momento tu actual proyecto LAKTIK comenzó a gestarse bajo las actuales lógicas de construcción estética musical y visual?
Lucas: El 2016 me prestaron una interfaz de audio y me empezó a interesar mucho la grabación de manera casera, trabajando por pistas y de a poco armando composiciones. Desde ahí comenzó a gestarse LAKTIK un tiempo después, en un proceso creativo en general súper electrónico. En un comienzo esa búsqueda de ruidos me llevó a generar un gran interés por los teclados antiguos, lo que derivó en un sonido que pareciera ser de otra época o incluso videojuegos. Inevitablemente esto me llevó a investigar otros formatos de grabación en donde pillé la cinta magnética para no soltarla más. Desde ahí que el sonido de LAKTIK en sus diferentes etapas de producción, está permeado por este formato de una u otra forma, terminando por construirse una mezcla sonora particular. Esto también se puede ver en los aspectos visuales, ligado a un imaginario de los 80s/90s. Pantallas de televisores CRT en 4:3 y películas de cine B. Estética desarrollada luego de haber trabajado por medio de procesos análogos-digitales en video junto a Amalgama Lab. Hoy en día LAKTIK se construye bajo estas características, como base para ahondar e investigar aún más en ellas, configurándose en paisajes distópicos y ciudades oscuras atiborradas de ruidos y naves, como también de personajes bailando en clubes de mala muerte.
CDU: Podríamos decir que se acerca a lógicas cercanas al punk, poder basarse en la libertad de actuar/crear sin necesariamente gastar mucho dinero. Puedo imaginar que tu nuevo disco Isopropyl ha variado instrumentalmente en comparación a lo que usabas en un comienzo, o me equivoco?
Lucas: Claro, hay una lógica bien punk al decidir desde la filosofía del hazlo tu mismo, la experimentación y sin seguir ciertas estructuras. Ahora, con el nuevo disco Isopropyl hay una mayor producción instrumental en cuanto a sintetizadores y efectos, pero manteniendo esa lógica experimental como también el método constructivo desde ese diálogo análogo-digital. De cierta forma, es añadirle más capas de sonidos y texturas.
CDU: Quisiéramos saber Lucas, tu nuevo disco Isopropyl lanzado el 7 de Septiembre de este año, sientes que tiene alguna relación con los apocalípticos tiempos actuales?
Lucas: Si, de todas maneras. Creo que el nuevo disco evoca ciertos paisajes distópicos, disonantes de ciencia ficción donde se reflejan algunas cosas y sensaciones respecto al mundo en que vivimos.
CDU: Sí, la realidad pareciera estar cambiando cada vez más a dinámicas cercanas al cyberpunk, un sueño convertido en pesadilla día a día. Escuchando tu disco, puedo notar matices bien oscuros. Como sientes o percibes musicalmente los elementos sonoros de las máquinas, la electrónica con la composición de letras desde una percepción humana no totalmente robotizada?
Lucas: Concuerdo a que todo está cambiando a una realidad súper cyberpunk, de a poco nos hemos ido robotizando de una u otra manera quizás sin darnos cuenta, encaminados a una distopía de oscuros tintes empresariales y capitalistas. Musicalmente creo que las máquinas ofrecen grandes herramientas, donde se pueden hacer sonidos o canciones sin necesariamente tener más que un computador. Sin embargo, creo que hay algo más humano al manipular perillas y entrar en contacto directo con el sonido y el material de una manera táctil. Respecto a la composición, creo que va por el mismo lado, “la música de máquinas” se puede llevar a algo más orgánico si se piensa que finalmente está siendo operada por alguien, entregándole sus características, donde los cambios, la manipulación de voces y efectos (si las hay) están ligadas a quienes las controlen, cuya finalidad sonora depende del tipo de música, al resultado que te lleve o al que quieras llegar. Por otro lado, si pensamos en la cinta magnética, el sonido adquiere cualidades más fluidas y aglutinadas, pasando a un material u objeto adquiriendo cualidades físicas o táctiles, resultando un efecto menos etéreo.
CDU: Lo último que mencionas es el trabajo en cinta que caracteriza no únicamente a tu proyecto solista LAKTIK, sino algo que has trabajado de manera generalizada en el sello en el que trabajas: Poxi Records. Donde nace tu gusto por los cassettes, viniendo de una generación mega digitalizada?
Lucas: El gusto nace desde el recuerdo de otra era, en donde alcancé a vivir la cola del cassette y de cierta forma todo el sonido y la estética que trajo consigo, la cual quedó grabada en mi cerebro desde pequeño, a veces como un vago recuerdo. Por otro lado está la idea del objeto, que se pueda tocar, reproducir o copiar.
CDU: Sí, comparto también el valor objetual tanto en su sonido como en su materialidad física. Cuéntanos un poco de sello Poxi Records, cuando se creó y bajo que perspectivas está funcionado en este momento?
Lucas: Poxi Records nace a finales del 2017 con la idea de materializar ciertas ideas respecto a grabación y formatos. Siempre desde el apañe y el hazlo tu mismo. Actualmente hay un equipo de trabajo compuesto por Pedro Rajevic y Estonia Oczara. Juntos compartimos el ideal de impulsar por medio del sello a artistas que nos parecen interesantes y ayudarlos a que puedan sacar material físico, darles una plataforma a través de la resistencia de los formatos y estilos. Actualmente estamos interesados en llevar al sello a más partes del mundo, sacar más formatos de audio e impulsarnos mutuamente.
CDU: Eso esta súper, siempre bajo tendencias de apoyo mutuo. Y en este momento, luego de haber lanzado tu primer LP con LAKTIK. Estás preparando algo nuevo? Nos puedes contar un poco sobre tus planes a futuro o es un secreto?
Lucas: jaja no sé si es un secreto pero estamos en conversaciones con el proyecto Hablemos del Alma (el cual también salió por el sello este año) de armar en conjunto algo nuevo. Por otro lado, seguir produciendo contenido visual, ojalá un videoclip.
CDU: Suena muy interesante esa unión de proyectos. Cambiando de tema, cuéntanos cómo has estado estos tiempos de pandemia, con la cuarentena y todo? Has sentido real la experiencia de ciencia ficción?
Lucas: Creo que han sido tiempos extrañísimos y de cambios en el juego mundial, en el orden de las cosas. Estamos viviendo la distopía y la realidad ha superado la ficción. De cierta manera es interesante vivir y estar imaginando al mismo tiempo el mundo del mañana.
CDU: Ahora lo último, Podrías decirnos cuáles han sido los 7 discos que más te han marcado y por qué?
Lucas: Uf que difícil, pero acá una selección:
1.- Suicide – The Second Album: Creo que la dupla Alan Vega y Martin Rev sintetizan un sonido electrónico esencial en lo que podría ser el electro-punk y la simpleza de elementos.
2.- Robert Gorl – Night full of tensión: Disco plagado de ritmos bailables y secuencias complicadísimas que me han marcado muchísimo este año.
3.- Ministry – Twitch: Discazo de un sonido excepcional y de una intensidad recargada de operaciones loops y dificultades técnicas.
4.- Electrodomésticos – Carrera de Éxitos: Pioneros en un sonido experimental, bailable, poético y oscuro.
5.- A.R Kane – I: Disco que me voló la cabeza tiempo atrás, una banda genial llena de pasajes psicodélicos, de cierta manera adelantados a su época y que no deja de sorprenderme.
6. - Mad Professor – A Caribbean Taste of Technology: Este disco es muy volado y con los delay más marcados que hay.
7.- Las Mairinas – Los retoños: Disco del año pasado que me gusta mucho, con letras muy potentes, como también una sonoridad y patrones muy profundos.
domingo, 22 de noviembre de 2020
Crónicas del vinilo chileno XVIII (y Final) por ROBERTO HOFER: Una historia que finalizó arrojando una tradición a la basura
Voz de la experiencia
“Conejo de experimento”
¿Vamos bien, mañana mejor?
jueves, 19 de noviembre de 2020
lunes, 16 de noviembre de 2020
domingo, 15 de noviembre de 2020
Crónicas del vinilo chileno XVII por ROBERTO HOFER: El “raspado de olla” de una histórica factoría discográfica
- Complicados para un golpeado medio artístico y muy limitados en términos de catálogo fueron nuestros últimos 10 años de prensado de discos.
Durante el periodo entre 1973 y 1982, la producción de vinilo nacional vivió una inevitable cuenta regresiva. Como ya se mencionó, fueron años de oscurantismo para la expresión artística en general, marcados por aquella camisa de fuerza llamada censura, con mil y un creadores acallados por el abuso de poder y, como remate, nuestra economía mordiendo el polvo.
La retroexcavadora de la seguridad nacional intentó borrar todo vestigio del gobierno popular, sin vacilar a la hora de destruir patrimonio cultural como muchas cintas originales de grabaciones del catálogo de RCA e IRT. La gigantesca caldera que procesaba los vinilos sería utilizada para incinerar –cual droga perniciosa- una significativa parte del patrimonio sonoro nacional como la proscrita “Nueva Canción Chilena”
Tras el Golpe Militar, es un hecho que los catálogos de nuestras discográficas entraron en un momentáneo estado de coma, con un reordenamiento crítico de los sellos existentes y la continuidad de algunos en desmedro de otros menos afortunados. De ahí se explica la “doble militancia” o alternancia casi simultánea de artistas grabando para más de una discográfica.
Recién un par de años después se rearmaría el escenario final de este sufrido mercado, el cual afrontaría los embates de la economía interna y, a la vez, los coletazos de la crisis del petróleo de 1973 (conflicto árabe-israelí). Uno de sus grandes perdedores fue la industria global del vinilo, algo impensable para el negocio musical, que al entrar a los años ‘70 reinaba en la industria del entretenimiento, vendiendo más que el cine y la literatura.
El consiguiente embargo del petróleo a las potencias aliadas de Israel fue nefasto, ya que éste se empleaba como materia prima para el prensado de discos de vinilo. De ahí que las multinacionales disqueras no invirtieran mucho en nuevos talentos y apostaran más a artistas y grupos conocidos. Hasta ahí nomás quedaría la incógnita dejada tras la disolución de los Beatles en 1970, acerca de quién se alzaría con su cetro vacante.
Ediciones “con fórceps”
En un escenario de falta de materia prima, fue anecdótico en Chile el desfase en la aparición de álbumes extranjeros, como “Machine Head” de Deep Purple (1972) que recién se editaría acá en 1974, o “Made In Japan” (1972), disco doble en vivo de la misma banda que vería la luz en 1976. Más notorio fue lo ocurrido con los vinilos de Creedence Clearwater Revival, que los publicó el efímero sello Banglad en 1975, cuando la banda estaba separada hacía años.
En el plano internacional, todas las fichas fueron a ganador con artistas que cantaron en Viña un día. La balada en español fue uno de los hijos dilectos de esta era de la escasez, con Julio Iglesias, Camilo Sesto, Manolo Galván, Mari Trini, Roberto Carlos, el “Puma” Rodríguez, Ricardo Cocciante, Nydia Caro, Sergio y Estíbaliz, además de festivaleros del ritmo como Katunga y Rumba Tres.
En esos años de austeridad, y hasta llegar a los ‘80, la onda disco –sin olvidar la sensualidad “camufla” del funk- sería el último gran ganador de los catálogos foráneos, con Boney M, Donna Summer, “Fiebre de Sábado por la Noche”, Olivia Newton-John, Earth, Wind & Fire, Barry White y KC & The Sunshine Band, entre los más vendedores.
Casi cinco décadas después, lo limitado del catálogo criollo de vinilos nacionales siempre pena en cada una de nuestras jornadas de cambalacheo y/o coleccionismo musical, a la hora de encontrar históricas ediciones chilenas de música anglo -cada vez más cerca de la extinción-, y cuyos títulos no salen mucho de Abba, Kiss, Neil Diamond, Cat Stevens, Yes, Grand Funk, Beatles o Bee Gees, entre otros.
Por casa
A partir de 1974 las etiquetas nacionales darían espacio a bandas o artistas emergentes, aunque no más allá del formato single (Klaun, Almandina, Miel, Juan Antonio Labra, Nino García), incluso con algunos covers de famosos (José Miguel y el grupo Systema, Grupo Malibú), reservando los discos de larga duración a gente ya consagrada.
El folclor criollo –incluyendo al regional- tuvo algo de vuelo en estos años ’70, con obras de Huentelauquén, Tito Fernández, Toconao, Norte Andino, Chamal, Curacas, Quelentaro, Kollahuara, Huasos de Algarrobal y los infaltables Quincheros, además de la reedición de “Las Últimas composiciones de Violeta Parra” con gráfica de René Olivares y arreglos de Nino García. Más refinados y con un pie en la música de cámara figuraron Barroco Andino y el Quinteto (Sexteto) Hindemith.
A la mayoría de éstos los registró desde los estudios del sello IRT el sonidista Franz Benko (ex músico de Los Twister), fallecido el 14 de enero de 2020. Él fue uno de los tres emblemáticos técnicos de la dorada era de grabaciones en Chile (junto a Luis Torrejón y Fernando Mateo). Benko también grabó a Los Jaivas, Víctor Jara, Frecuencia Mod, Panal, Óscar Andrade y tantos otros.
El folclor picaresco también afloró con algunas producciones, pese a la “autocensura”. Los Halcones -Patricio Morales y Luis Orellana- se hicieron famosillos en la segunda mitad de la década como Los Huasos Cochinos. Su vinilo “Cuecas con aliño” es todo un clásico, así como sus casetes “censurados” (del sello Electrosonido) que pasaban de mano en mano y eran pirateados hasta la saturación. Este enjundioso par vino a Punta Arenas en marzo de 1988, actuando a tablero vuelto en La Pincoya, traídos por el empresario Jorge Tréllez.
En esos años en que el cumbianchero Hiroito triunfaba con su “Viejo lolero”, una madurona cantante (aunque no tanto), Nilda Moya, hacía lo suyo con “La Pirilacha”, disco que sería prohibido por los censores del régimen militar por su “encriptado” contenido. Ya no tendríamos vinilos cuando los ’80 se rindieron ante los guaracheros acordes de René Inostroza.
Otras músicas
En un país de secular tradición católica, una rara avis fueron las ediciones anuales del famoso “Concierto de Oraciones”, un total de 10 volúmenes editados en Chile a contar de 1981, con canciones cristianas entonadas por cantantes de la “Nueva Ola” y otros en boga como Andrea Tessa, Cristóbal, Alberto Plaza, etc. Son una muestra del influjo de esa vieja institución llamada radio Concierto, que tuvo a Julián García-Reyes como voz ancla de dichas producciones.
¿Música docta? También la hubo en Chile, aunque mucho disco se grabó solo por encargo para prensar en otras latitudes –en especial de compositores nacionales- al no ser un género comercial.
Otros géneros fueron la música bailable (Sonora Palacios, Los Vikings 5), orquestada (Roberto Inglez, Horacio Saavedra), infantil, navideña, latinoamericana, tango y marchas militares. Aunque estas últimas suenen a dictadura, siempre se editaron e incluso el Orfeón de Carabineros tuvo el mérito de registrar una de las primeras grabaciones hechas en Chile.
No podemos dejar de nombrar a Fernando Ubiergo, uno de los talentos rescatables de los ’70 que se atrevió a cantar a los desaparecidos (“Un café para Platón”), y al sempiterno Zalo Reyes, voz “lacrimógena” que fue un bálsamo en esos años.
Como el país dejó de prensar discos en 1982, sólo quedarán las ganas de documentar el período del mal llamado “Rock Latino” al mediar los años 80, referente más bien popero y para muchos apenas una mala copia del rock argentino (pero nuestro, al fin y al cabo), un bálsamo para las nuevas generaciones, aunque llegó tarde para que “muevan las industrias” del cataléptico y sepultado vinilo.
Fernando Ubiergo “Ubiergo” (RCA Victor, 1979). |
jueves, 12 de noviembre de 2020
Entrevista con René (DIOGENES, HEROPASS, Halim Music Records, El Ciuda Danodel Universo Zine)
Estonia: Hola René, primero quisiéramos saber quién/quienes son los músicos detrás de este lanzamiento. ¿Son una banda?
Fotografía por cortesía de Pedro Lopez A. (R.A.I.N. / ex - SCREEN HAGEN) |
Estonia: Comprendo, es una banda que los influenció bastante.
¿Cuál es la importancia detrás de exponer esto? ¿Buscan hacer algún tipo de
memoria o rescate?
Estonia: Además de tener DIOGENES una historia y cierta
nostalgia en el trabajo de SCREEN HAGEN. ¿Reconocen actualmente tener aún como
banda alguna referencia estética o compositiva proveniente de SH?
Luego cuando vi a SH no siguieron tocando en vivo, quedamos nosotros (ZA) pero DIOGENES venía con otra inquietudes y nos pusimos a escarbar en la música más ancestral de los pueblos de esta tierra, el folclore también es súper importante para nosotros y otras influencias, que sin querer queriendo hicieron de nuestra banda algo más ecléctico. En cuanto a lo estético, en los comienzos de DIOGENES, igual quedó algo de todo esto en el sonido, la influencia de SH es innegable.
En lo no exclusivamente musical, con la ayuda de varias personas hemos realizado el Ciuda Danodelu Niverso Zine y junto a Mario Aguilera, nuestro propio sello Halim Music. Ultimamente he estado incursionando en el collage y la escritura.
"Procesión En Río De La Mano". Collage Inédito 2018 |
Estonia: Se ve mucho material en su blog, veo que llevan
años publicando desde el 2014, eso serían 6 años de constancia y esfuerzo.
Podríamos finalizar la entrevista contándonos René. ¿Cuáles son los 7 álbumes
que más te han influenciado y porque?
1.- LOS JAIVAS - Los Jaivas (1972): Fue la primera banda con la que me obsesioné, a tal punto que quería saber todo sobre ellos y fue una verdadera escuela a la forma en que mis amigos y yo nos acercamos a la música, primero a través del juego y luego aprendiendo a tocar sus canciones. Además tuve la oportunidad de conocer al Gato cuando tenía como 11 años, me dio buenos consejos para iniciarme en la música, a tal punto en que hace un par de años, le hicimos un homenaje al tema La Quebrá del Ají.
Lectura recomendada:
https://www.halim.cl/2020/06/22/9-discos-que-influenciaron-a-rene-gomez-diogenes-heropass-halim/
miércoles, 11 de noviembre de 2020
domingo, 8 de noviembre de 2020
Crónicas del vinilo chileno XV por ROBERTO HOFER: La lluvia de música y emociones que nos dejó el “Canto Nuevo”
- Más allá de su pretencioso rótulo, esta expresión musical aportó un toque de creatividad y esperanza al Chile de los aciagos años 70.
El músico Guillermo Ruff, al igual que otros impúberes en la época del Golpe –entre los que me cuento-, refiere que el “Canto Nuevo” le permitió a él tomar contacto indirectamente con la “Nueva Canción”, al trasuntar aquél “una connotación musical totalmente política”.
Enclaves discográficos
Claro que el desarrollo del movimiento venía de antes, siendo reconocido como verdadero impulsor del “Canto Nuevo” al DJ, periodista y productor Ricardo García (Juan Osvaldo Larrea García), fundador del sello discográfico Alerce. Este histórico personaje no sólo estuvo ligado a la “Nueva Canción Chilena”, sino que incluso fue el visionario mecenas que bautizaría y además daría alas a su continuadora corriente musical, moviendo sus artísticos hilos cual ajedrecista contra los gustos oficiales y la censura más desatada.
Tras una frustrada aspiración de hallar un nicho en la televisión chilena post Golpe, este decidido emprendedor de la cultura destinaría sus ahorros para grabar y difundir a promesas de la escena chilensis. En 1975, el ícono identificatorio de aquel alerce que rebrota con fuerza al lado del tronco caído se irguió para producir sus primeros retoños (los grupos Chamal y Ortiga) bajo el sub rótulo de “la nueva música”. Todo aporte de calidad, privilegiando incluso el gusto popular, fue bienvenido en esta apuesta.
Con los años, su fronda cobijaría a todo un movimiento de talentos fundamentales como los Schwenke & Nilo, Santiago del Nuevo Extremo, Illapu, Eduardo Peralta, Nano Acevedo, Sol y Lluvia, grupo Abril, Isabel Aldunate, Capri, Huara y tantos otros.
A la magallánica
Su indiscutida popularidad nos permitió tener en 1983 a Óscar Andrade y Capri en el Café Kultural; a Eduardo Peralta y Payo Grondona en La Pincoya; y a Tito Fernández en el céntrico café Garogha. El 9 de diciembre de ese año, Nelson Schwenke y Marcelo Nilo debutaban en el Cine Cervantes.
En Santiago, el recordado Café del Cerro fue por lejos el bastión de este nuevo canto y de resistencia anti dictadura, administrado por el magallánico Mario Navarro Andrade. Este egresado de Arquitectura se relacionó tempranamente con el movimiento, ya que tenía un primo integrante del grupo Wampara, pioneros del género que grabaron para Alerce y a quienes ayudó a hacer la producción.
Aunque el mensaje a ratos trascendía a la música, e inevitablemente se caía en la cuestión política, hubo música interesante y de calidad. como Santiago del Nuevo Extremo y el dúo Schwenke & Nilo, cuyas melodías cautivaban por partida doble gracias a la poesía de Clemente Riedemann.
No quisiera dejar de mencionar que en aquellos años en que la iglesia estuvo al lado de los perseguidos, fue relevante la edición del vinilo de la “Cantata de los Derechos Humanos”, por parte del Arzobispado de Santiago. Dicha pieza fue creada por el grupo Ortiga, Alejandro Guarello y el sacerdote Esteban Gumucio como una alegoría del texto bíblico de Caín y Abel en aquellos oscuros tiempos, y dejó una huella musical en el ámbito de la defensa de la vida. Como un encargo del arzobispado para ser presentada en el Simposio Internacional sobre los Derechos Humanos (22 al 25 de noviembre de 1978), fue estrenada en la Catedral de Santiago, con participación del actor y director teatral Roberto Parada, que fue su narrador.
El “Canto Nuevo” en su tiempo fue un bálsamo necesario para empaparnos de lo que estaba ocurriendo en Chile. Como banda sonora del “apagón cultural”, sus letras aportaron el relato, la reflexión y el compromiso social necesarios en aquellos días.
En aquellos días en que ya escuchábamos más casetes que vinilos, no faltaron aquellos cultores a los que uno iría identificando más en teoría que “orejísticamente” gracias a aquel baluarte cultural que fue la revista “La Bicicleta”, cuyo aporte crítico y metamusical se agradece.
Desgaste
Desgaste
Roberto Hofer Oyaneder
LP recopilatorio “El Canto Nuevo” (1979, Alerce). |
miércoles, 4 de noviembre de 2020
domingo, 1 de noviembre de 2020
Crónicas del vinilo chileno XV por Roberto Hofer: El cielo sin estrellas de lo que pudo ser nuestro rock
-Como “bichos raros”, los rockeros chilenos fueron una especie incomprendida, lo que a la postre les significó ser pocos pero buenos.
Tras hacer un alto en la Nueva Canción Chilena, resulta inevitable referirnos al rock chileno, hermano pobre de los fenómenos musicales de los años ‘60 (a diferencia de otras latitudes) y que, inmerso en una sociedad pacata o demasiado grave, no encontró suficientes oídos fértiles para ser legión.
Con mucha anterioridad a Los Prisioneros, La Ley o Los Tres, nuestros próceres clásicos no la tuvieron nada fácil mientras el desarrollo del pop rock era exponencial en el Primer Mundo, al punto que la propia cuna de este género musical -y de “Woodstock”- se vio amenazada frente a la “invasión” del rock británico al promediar la década.
La escena nacional engendraría exponentes alternativos a la denominada “Nueva Ola”, influenciada por la balada gringa y la rítmica rockanrolera –y criticada por algunos al verla como un mero pasatiempo musical, que no supo alentar una herencia rockera de mayor vuelo en lo poético y creativo-.
En aquel carril paralelo figuraron los “pájaros raros” del incipiente rock chileno, cuya rebeldía se estrellaría contra el filtro de una cultura musical sesgada. En lugar de publicaciones especializadas (Pelo, en Argentina; Rolling Stone, en EE.UU.), nuestra nacional revista Ritmo ponía acento en rostros de moda o intereses comerciales, con escaso foco en la evolución de procesos o tendencias artísticas más allá del numerito “pop” del momento.
De ahí que The Jocker’s, los primeros melenudos “made in Chile” ganaran tribuna más por actitud y facha a lo “Stones” (cover incluido) que por su propuesta musical. De hecho, el 29 y 30 septiembre de 1967 impusieron una marca mundial al tocar ininterrumpidamente durante 54 horas en el local de la Feria del Disco en Santiago. En Punta Arenas una juvenil banda local, Los Rebeldes, superaría dicha hazaña al tocar 74 horas 20 minutos en los estudios de radio La Voz del Sur, en calle Roca, entre el 27 y el 30 de diciembre de ese año (aunque no certificado por Guiness).
A contracorriente
Obviamente al lado de una institución como el rock argentino, su contraparte “chilensis” fue apenas un porotito que nunca germinó, aun cuando lo poco y nada que alcanzó a mostrar tuviera suficiente valor para sesudos estudios par de décadas, por parte de cronistas como Fabio Salas, Tito Escárate y Gonzalo Planet. Según este último, en aquellos años ser rockero era de frentón mal visto, “no sólo para la moral conservadora sino también para la vanguardia izquierdista, que lo consideraba elitista y extranjerizante”.
En 1966, Los Mac’s (grupo de los hermanos David y Carlos Mac-Iver) ya se anotaban con un primer disco como pioneros del rock nacional (“Go-Go / 22”, RCA Victor). Su segundo LP, “Kaleidoscope Men” (1967, RCA Victor), muy cotizado e incluso reeditado a nivel internacional, incluye el himno pacifista “La muerte de mi hermano”, con letra de Payo Gondona, que aludía a la guerra de Vietnam.
Los Sicodélicos (con Francisco Sazo) fueron otros porteños con actitud y talento.
En Europa incluso han reeditado a bandas de culto como Kissing Spell (más tarde Embrujo), Los Amigos de María (autores del temón “Vuelve a comenzar”), Escombros y Aguaturbia (con Carlos Corales y Denise), quienes el 8 de marzo de 2019 tocaron en el local de CheckPoint en Punta Arenas.
El éxito de nuestros cultores fue más bien discreto, en alguna medida por cantar en inglés y apostar más a versionar a otros. Con limitados recursos para instrumentos y amplificación, muchos de ellos ni siquiera alcanzaron a grabar discos, quedando en la memoria por sus conciertos.
Un excepcional reflejo de aquella época contestataria fue el único registro que grabaron Los Vidrios Quebrados, “Fictions” (1967, UES Producciones-RCA Victor), liderados por Juan Mateo O’Brien. Pese a ser incomprendidos en su tiempo, su álbum brilla hoy como una gema, con elaboradas y poéticas letras en inglés de cuño propio, mucha filosofía beat y un concepto musical avanzado.
Había una vez
En estas lides, los primeros que se atrevieron a rockear en español fueron los Beat 4, contando entre sus filas con los hermanos Mario y Willy Benítez (también actor). En 2013 conversamos con este último, quien recordaba su primera visita a Magallanes en junio de 1968, integrando la embajada artística de Oscar Arriagada del Show 007 (con El Hippie Show de Ricardo García en ese entonces).
A propósito de los covers, admitía que los tocó la música de Los Beatles y otros grupos de esa época como Los Shakers de Uruguay, que cantaban en inglés, “pero nosotros la gracia es que cantábamos en castellano, fuimos los primeros”. Su debut en vivo fue en un gimnasio para una Semana Portovarina y de ahí se afianzaron como banda más reconocida hasta su separación a mediados del ’72, pero con las canas se han vuelto a rearmar.
En aquella época un tanto olvidada del rock nacional recordó que además estaban Los Mac’s, Los Sonny´s (ex banda de Florcita Motuda), Los Larks (que se ponían pelucas), Los Stereos, The Rockets (donde tocaban Horacio Saavedra y su hermano Héctor), Los Diablos Azules (grupo también instrumental que acompañaba a Pat Henry). “Lamentablemente, cuando llegó el golpe (1973) todo lo que se iba avanzando en música se interrumpió, algo que era muy lindo”.
Por otro lado, resaltaba que en 2012 un sello de Alemania reeditó en vinilo su tercer LP “Había una vez”, al revalorizarse el rock chileno en el ámbito musical.
Estrellas fugaces
Los Jaivas -puntales del legendario Festival de Piedra Roja, de octubre de 1970- y Congreso serían las bandas más conocidas y de mayor proyección en este género. A ellos debemos sumar las propuestas integradoras de Congregación, Panal, En Busca del Tiempo Perdido (con Sol Domínguez, magallánica por adopción y voz de Sol y Medianoche) y Los Blops, quienes hicieron de puente con la Nueva Canción Chilena al darle soporte instrumental a Víctor Jara (“El derecho de vivir en paz”).
El golpe de Estado del ‘73 no sólo barrería con la Nueva Canción Chilena sino que limitaría los espacios y canales de expresión a nuestras vilipendiadas bandas rockeras. De hecho, algunas perderían las matrices originales de sus obras incineradas por los interventores de turno en los sellos grabadores.
Prácticamente la mayor parte de los escasos registros de rock de los años ’70 se concentran en la primera mitad de esa década como Frutos del País, Arena Movediza, Tumulto, Los Trapos (donde militaba Eduardo Valenzuela). El rock progresivo apenas logró dejar alguna evidencia en alguno que otro single del grupo Miel (factoría de Juan Carlos Duque).
De los chilenos que emigraron son memorables Antonio Smith (ex Congregación) y el multi instrumentista Joakin Bello, precursores del “New Age”; y Alvaro Peña, pionero del movimiento punk quien tocó con Joe Strummer en The 101 Ears, antes que éste último formara The Clash. Tato Gómez (ex Embrujo) y Mario Argandoña tocaron con los progresivos Focus y Pedal Point. También está Matías Pizarro con su inmortal registro “Pelo de rata”, grabado en Argentina.
Nuestra interrumpida discografía jamás recobraría el espíritu seminal de estos cultores. Tal vez lo más cercano pudo estar en la reprimida escena metalera de los años ‘80 (Dorso, Feedback, Panzer, etc.), quienes procuraron desenterrar el alma del rock nacional, pero en ese momento ya no producíamos vinilos.
Frutos Del País y su álbum homónimo de 1972 (RCA Victor). |
Los Vidrios Quebrados, “Fictions” (1967, UES Producciones-RCA Victor). |
Los Mac's, "Kaleidoscope Men" (1967, RCA Victor). |
El disco “Los Jaivas” (1972, IRT), histórico y exitoso registro. |