-Entre diversos cultores más bien dispersos y desdibujados en nuestro entorno musical cotidiano, figuran Roberto Blin, Peppino Felitelli y Jorge Radic, quienes editaron material discográfico.
Roberto Hofer Oyaneder
No hay primera sin segunda. Si en el capítulo anterior escudriñamos el legado de grabaciones realizadas por prematuros talentos de Magallanes, hubo también nombres en paralelo a Los Tama y Los Trianeros en géneros distintos al bailable durante la última década de edición de vinilos en Chile.
Tal vez por falta de tiempo –y a la espera de una mejor sinapsis-, sólo dejaremos esbozado que algo grande estaba naciendo en la década de los ’70, aunque no asimilable a un “boom” comercial, sino más bien a una búsqueda artístico-musical de dar forma a un cancionero regional. Varias grabaciones interesantes dejaron huella en la escena folclórica regional, y mientras las colectamos para la próxima entrega, nos centraremos en algunos nombres más bien dispersos y desdibujados en nuestro entorno musical cotidiano. Algunas de sus obras -igualmente desperdigadas- resultan además difíciles de conseguir.
Si hubo una dotada pléyade de artistas surgidos en la década de los ‘70, pocos lamentablemente se alzaron con registros grabados, aunque su magia dejaría preñados los corazones de toda una generación, con conjuntos irrepetibles como: Cormorán, América Sur, Las Voces de la Patagonia, Paralelo 53º (primer grupo vocal femenino) o Las Voces del Puerto, sólo por mencionar a algunos.
Desde lejos
De la misma camada de individualidades de la época como Ramón Melipillán, José Velásquez, Marcela Larravide o Guillermina Malla, se encendería Jorge Radic, incombustible cantautor magallánico quien armaría en el exilio el proyecto chileno-francés Karumanta (“Desde lejos” en lengua quechua). Esta institución musical parisina -tan conocida por esos lares como los Quilapayún- llegó a tener incluso 30 integrantes, entre grupo de baile y orquesta.
Cual Coloane de la música trasplantado en la “Ciudad Luz”, Jorge Radic tiene la convicción de haber compuesto la primera canción folclórica de estilo y temática regional, de la manera como la concebimos hoy. A una primeriza creación la llamó “Pampeando” y se basaba en la historia de Magallanes, aunque la más emblemática es “El picapedrero”, compuesta en 1971. Esta última pieza, dedicada a quienes hicieron los empedrados de las calles en Punta Arenas, fue incluida en su primer long play grabado en Francia: “Chants Libres D'Amerique Latine” (Disques Traditions, 1977), que sacó junto a su compañera Beb Montgaillard como el dúo Jorge y Beb.
Radic grabaría junto a Karumanta diversos álbumes como “Misa Criolla” (EMI, 1983) y “Solaluna Ile De L'amitié” (Association Solaluna, 1983), dejando en alto el estandarte magallánico, en una historia musical enriquecida por la lejanía del terruño añorado. Huelga decir que dentro de las formaciones de Karumanta figuraron músicos de la talla de Osvaldo Torres y Marcelo Coulon (de Inti-Illimani).
Con cuatro décadas al hilo, han seguido viniendo a la región como un trío bien formado, con la solidez de la dupla Radic-Montgaillard y la incrustación magallánica de Mario Contreras, quien ha participado en proyectos paralelos como los Quilapayún -reemplazando a Daniel Valladares, quien pasó a integrar el grupo Ortiga en Alemania-.
Talentos adoptados
Circunstancialmente (según me hizo ver el cronista Marino Muñoz Agüero) tuvimos a un famosillo asociado a esta región, como lo fue el cantante nacional Roberto Blin, artista de estilo muy similar al de Patricio Renán. Siendo él muy joven -en realidad se llamaba Roberto Marín- vivió a inicios de los ’70 en Punta Arenas, donde habría sido cabo de la FACh en el Grupo de Aviación N°12, con la especialidad de mecánico, y la leyenda reza que en 1972 colgó su uniforme y se volvió a Santiago a hacer carrera.
Su único gran éxito fue “Tú” (cover de un tema del alemán Peter Maffay), que grabó con la Orquesta de Horacio Saavedra en 1971 para el sello Arena Producciones, de Camilo Fernández (y que se reeditó en 1974 por la misma discográfica). Blin completaría su efímera carrera con un segundo sencillo: "Valle de amor" (1973) para la etiqueta Granizo.
Otro caso aparte fue Peppino Felitelli, conocido como el “pequeño gigante” de la canción italiana. Este milanés vivió un cuarto de siglo radicado en Punta Arenas, vinculado al ambiente artístico local y la gastronomía (restorán Donde Peppino). Grabó para el sello Vanguard al ritmo de tarantela, robando cámara en espacios televisivos nacionales como Dingolondango, El Festival de la Una, Sábados Gigantes y -por supuesto- alguna Teletón. En 1987 se mudó a Río Grande, Argentina, falleciendo en febrero de 1997 a sus 72 años.
Voces diversas
En la esfera de la música seria, el cantante lírico Tito Beltrán, radicado en Suecia a mediados de los años ’80, llegaría a grabar vinilos en aquella década, como artista principal y también en colaboración con otros artistas del país nórdico.
El rock es otra expresión artística con presencia del sur del sur. El apogeo del “rock latino” contó con el aporte de músicos magallánicos en proyectos como Bandhada y Cinema (Alfonso Feeley) y Aterrizaje Forzoso (Rodrigo Leiva), quienes grabaron sendos álbumes para la EMI, que alcanzaron a ver la luz en vinilo en Argentina.
En el presente siglo paulatinamente se han ido “matriculando” nuevos cultores con el vinilo, llevando la batuta los potentes Hielo Negro. Christian MacDonald, Marcelo Palma y compañía han reeditado en LP “Demonio Parlante”, “Donde nacen los vientos” y “Patagonia rock” (Vinilos Alvaro).
Bonus track
Para el cierre, dos alusiones. Los Enanitos Verdes en su álbum "Carrousel" (1988, Discos CBS), editado en Argentina y en varios países de América Latina, mencionan a un magallánico en los agradecimientos, aunque no se trata de un artista, sino que de un hombre de radio: Rodrigo Utz. El mismo que los trajera a Punta Arenas como productor, en pleno furor de la banda, el 23 y 24 de octubre de 1987, tocando en el Gimnasio Cubierto.
Y, más que anecdótica, una honrosa mención merece el fallecido empresario Ricardo Romeo Mattioni Palma, vinculado a una larga tradición magallánica en el rubro cinematográfico y a cuanto negocio uno pudiera imaginarse.
En plena década del ’60, su vínculo permanente con Santiago -adonde se movía medio tiempo- le permitió estar asociado con un modesto sello musical, Indis. Desde allí, combinando un acertado ojo comercial con oído musical, ayudaría a grabar su primer registro discográfico nada menos que a unos desconocidos Ángeles Negros. El resto es historia.
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